22 de octubre de 2011

Vías de Escape.

Volver es sinónimo de victoria. Pero no de valentía. No es valiente aquél que se queda a sabiendas de que nada de esto va a cambiar, que este lodo no se convertirá en loto, que hay cosas que no tienen vuelta atrás. Que por mucho que los demás olviden, tú perdonas, pero no olvidas. Que es difícil levantarse todas las mañanas pensando en que todo va a ir a mejor y que llegue la noche y todo se desmorone y zas, otra vez él, las pesadillas, la culpa. Supongo que todo nace de la intensidad, hay gente que vive historias con una calma, con una paz que ni entiendo ni comparto, pero que les debe hacer felices. Hay gente que construye pilares de relaciones en las que cuando se acaba el hechizo de los primeros meses no les une nada, porque no comparten absolutamente nada más que ese hilo de encantamiento que con el tiempo desaparece. Pero también están los inteligentes, que saben cómo unir bien las piezas, que saben aguantar, que no se rinden. Supongo que estos últimos pares de personas son los que admiro. No soy de las que tiene la fórmula mágica, soy un desastre como persona, en las relaciones más o menos voy por el mismo camino, poco en público, mucho detrás de las ruinas, de los kilómetros, de las páginas, demasiado celosa de mi intimidad cómo para enseñarle el quién a este mundo tan generoso con los amores del prójimo.
Que ya lo dice Leonard Cohen, que aunque estoy convencido de que nada cambia, para mí es importante actuar como si no lo supiera. Y para mí es importante luchar, aunque sepa que probablemente aunque ponga todo de mi parte para que el fuego arda, mi casa seguirá igual de fría. Pero el esfuerzo hace que nuestra alma quede cálida y que los siguientes intentos tengan más probabilidad de éxito. Es pura estadística, hipotéticamente podemos cambiar el mundo a través de las variables que tenemos, pero finalmente, tendremos que demostrar en nuestro camino a través de la vida, que esas teorías se cumplen en una realidad cada día más gris y más preocupada de alejarse del sentimiento, la poesía, la ciencia, la evolución, el cambio. Hay que luchar de dentro para fuera, siempre conscientes de nuestras proyecciones y de nuestros propios bloqueos, miedos, frustraciones. Siempre a sabiendas de que a veces lo más importante es salir de una misma, de su egoísmo racional, de su vida, pasear por el cosmos, ver que el mundo muere de verguenza, de envidia, de maldad, y llenarse de fortaleza para dar su granito de arena para construir pilares que constituyan vías de escape.