30 de septiembre de 2011

SUEÑOS DE INFANCIA.




No hay que abandonar nunca el campo de batalla, aunque seamos el último combatiente. Echarle huevos, y exceso y frontear los huecos para esconderse de la mejor manera. Y todo con un único fin. El fin de sentirse ganadora, a pesar de que nos destruyan. Tenemos que sacar algo en claro cuando nos reciban en ese aeropuerto cuando volvamos. Y es que hemos aprendido algo de toda esta sangre y estas heridas. Que las cosas irán a mejor, lejos de todo aquél infierno. Que no tenemos que acostumbrarnos al dolor y darnos la vuelta y esperar que él último golpe nos remate. Que debemos pensar que no hemos nacido para la afrenta, que es sólo un impasse. Hasta que no interiorizemos que somos capaces de encontrar un lugar donde no nos martirizemos con historias que nos atraen por su crudeza, hasta que no entendamos que la intensidad también se puede experimentar sin las lágrimas que se callan y los peldaños con los que tropezamos y que nunca nos dejan subir, hasta que no asumamos nuestro potencial, no seremos felices.
Habría que darse cuenta de una maldita vez y dejarnos de gilipolleces, de esas malas caras de los que no entienden, de los que malpiensan, de las falsas amistades y sonrisas, del improperio de las noches donde sólo se busca diversión a cambio de alterar la realidad. Asúmanlo, somos capaces de todo, por naturaleza y por joder, ¿por qué no?


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El otro día leí una entrevista de Mila kunis en Cuore, que decía algo así cómo " yo era Ucraníana , llegué a Estados Unidos con nueve años sin entender el idioma[..]mis compañeros de clase se burlaban de mí por mis rasgos físicos.. Me sentí como un niño ciego y sordo que por primera vez se tiene que enfrentar al mundo " . Hace una semana, inicié un viaje a 'mi propio Estados Unidos', abandoné a mi familia ( temporalmente) , terminé con el amor de adolescencia que tanto dolor e ispiración habia causado en mis escritos, y .. comencé mi sueño de infancia.. el 26 de septiembre iniciaba el grado en periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, a 600 km de mi hogar, sacrificando mi grupo de amig@s, mi pareja... persiguiendo una ilusión, asumiendo mi potencial. Desde que abrí blogger he recibido más visitas de las que esperaba, y cada una de ellas, me ha llenado de ilusión ( aunque últimamente había dejado de publicar mis escritos..), jamás perdí la esperanza de que esto volviera a cobrar vida(diaramente). Pues bien, a partir de este momento, quiero compartir con vosotr@s mi sueño de infancia... mis publicaciones, no solo literarias, bipolares.. Sino, de una manera más madura y racional, abordando otros temas de actualidad desde un punto de vista subjetivo, y cómo un dia escribí, háblando claro sobre todo aquello que no nos han contado.. ( crisis ecónomica, política, actualidad.. ) , pero dándole un formato personal en el que todos nos podamos sentir identificados, y bipolarizados... con el mayor número de métaforas, inorias comparando cada una de las noticias actuales con historias sentimentales, creando un efecto más cercano y original para todos.Intentaré actualizar todos los días... A media tarde. ¡¡Gracías, por los que me seguís desde el 2008!! ( y espero que esta nueva etapa más personal y metafísica... os guste ! )


Mi twitter: @brenfdezfdez

18 de septiembre de 2011

Bienvenido, otoño.

Seguí quedando con él por puro egoísmo. Porque me inspiraba, el dolor, lo que me hizo, lo que dejó de hacer, lo que sigue haciendo. Yo no le he querido nunca, me enganché a él como quién se cuelga de una nueva droga y se arruina y arruina a los demás por esa mierda. Y nunca supe salir de ahí. Se convirtió en un bucle. Nada salía, pero siempre entraban más colores, sobre todo grises. Nunca volvimos a estar a solas desde aquello, a mirarnos sin que nadie nos observara, a callarnos y esperar que la química hiciese el resto. Nunca tuvimos el valor suficiente. Sólo nos dejábamos deleitar con presencias pactadas cuando los demás nos reunían en algún lugar común, casi siempre, un parque o un bar. Nos regalábamos algunas de las risas que antaño hubieran hecho que esa noche la pasáramos juntos, y con las que ahora nos conformábamos para llevarnos un buen sabor de boca a la cama.
Siempre pensé que había gente a nuestro alrededor que se estaba dando cuenta de que había alguna pieza que no acababa de encajar, que todavía nos brillaba un poco el alma detrás de nuestras corazas. No lo pregunté, y él tampoco, de eso estoy segura. Notaba que él se contentaba con que yo hiciera algún que otro gesto de más, se sentía fuerte, como que no había apagado el fuego del todo y yo todavía seguía intentando saltar por encima de las llamas. Él reaccionaba de formas dispares. O bien evitaba reaccionar a mis impulsos y hacerme sentir como la que perdió, o bien si yo llevaba rato sin dirigir la mirada hacia alguno de sus movimientos, corría a buscarme perdida en otros ojos o en otros labios, y esperaba una reacción. Que levantara la cabeza e hiciese alguna mueca que él pudiese traducir a su antojo en una respuesta que le hiciera feliz.
Yo sin embargo actuaba por puro instinto, sin hacer caso a mis lágrimas de ayer ni a mis sonrisas de mañana. No tenía una estrategia definida y por lo tanto jugaba a tentarle, a ponerle nervioso, qué se yo, a casi todo por tal de que el supiera que a pesar de todo, estaba ahí y seguía viva. Muy viva.
Ese comportamiento me ayudaba a seguir pero me hundía a la vez. Quería resignarme, darle la razón a la indiferencia, que todo pasase a un segundo plano, que se alejase del protagonista y la escena principal, buscar en otros ambientes, detrás de los focos, entre bambalinas, en las tomas falsas o qué se yo, en otro punto de enfoque que no se fijara sólo en el drama argumental que hacía interesante al film. Pero entendí que esa lucha era un acto inútil, una pérdida de tiempo. Que mi yo salvaje nunca dejaría que actuase la razón ni daría un poco de lucidez a esa historia.
Que por más que lo necesitara, yo quería otra cosa, quería el puto rojo en ese cielo, quería vendarme hasta el cuello y volver a caerme semanas después, quería experimentarlo todo hasta que acabase de matarme. Era la única forma de sentir. De no apuntar otro fracaso.
Notaba cómo serotonina disminuía hasta dejarme sin defensas y tú no parabas de martillear mi cabeza. Pero un buen día las cosas cambiaron. Alguna pieza optó por encontrar algo de razón en mí y eliminó el trastorno para convertirlo en algo parecido a la paz interior.
Y fue entonces cuando me di cuenta de mi personalidad con tendencia a la depresión endógena, al pensamiento autodestructivo. Cuando la luz me cegó, mudé la piel y con ella también mi punto de vista. Te quedaste en algún recoveco de los ayeres que no se pronuncian por miedo, en alguna parte desde ya no dueles y no te clavas en mí. A veces siento cómo intentas salir a nadar a contracorriente y llegar al corazón pero ni sístole ni diástole me permiten tal admisión allí.
Así que vuelves al lugar donde eres sin estar, donde acumulo aprendizajes y errores a partes iguales.
Orgullo y resistencia escribe en indeleble la tinta de mi bolígrafo, es porque por fin lo he conseguido, estoy en el bando ganador y otra vez me quedo indefinidamente esperando que alguien leal me robe el trofeo. Me pueden las ganas del desconocido deseo infinito por sentirme de nuevo vulnerable en otros labios