6 de octubre de 2010

HIELO.

En bloque en medio del Antártico... así eres tú.
Así es.

Eres el único ser que se empecina en hacer de lo más desagradable y poco distendida cada conversación trivial conmigo. Dos minutos, quería dos minutos de tu "yo" sensible, de tu cariñoso, pero no... subir en ascensor con el vecino más cabrón es más agradable, es menos sofocante y te juro que sigo sin entender porque. Te juro que me desagarra cada segundo, te lo juro. Y te lo juro porque llevas monopolizando mi cerebro los últimos setecientos cuarenta y cuatro días, y no puedo más. Ya no me quedan ni lágrimas, ni ilusiones, ni esperanzas... me queda aprender a vivir con ello, y ser feliz, como lo hacen el tuerto o el cojo, tendré que aprender a vivir con el corazón amputado. Ahora me pregunto si hay clínicas en las que te enseñen los gajes del oficio. Que habrá unos cuantos digo yo. Si en el fondo sé que me haces un favor... odiándome desde el principio digo, sabes bien que nunca superaría que pisaras mi corazón amputado y encima te pavonearas de ello. Sabes que simplemente dejaría de palpitar.
Casi que tendré que terminar dándote las gracias.


¿Y si te juro que no deseo nada más que odiarte lo conseguiré?