17 de agosto de 2009


No importa que se nos congelen las manos, que se cristalice la piel como un veneno que ha avanzado demasiado lejos. Yo también te pienso al despertar, aunque tu imagen se desvanezca entre las sábanas que se enfrían. Esta fábula nos ha hecho invisibles. No sabes que te nombro mientras camino, no me oyes, aunque te llevo unido al paladar. No me conformo con vivir así. Imagino que me encuentras y esta herida desaparece, que algo vuelve a poner mis pies sobre el asfalto. Me niego al anonimato, pero ya no quiero existir a solas. Necesito de ti, desespero por hallarte una tarde de frío. Tienen que congelarse nuestros huesos, yo puedo hacer crujir las hojas con mis pasos. Sólo deseo que me sigas sin mediar explicaciones, apenas revelarte con tus ojos. Aunque no. Nunca se me han cumplido los sueños. Temo encontrarte y que no me reconozcas. He pasado años creyendo que no existes, ignorando tu nombre, cerrándote los espacios. Pero alguien me ha hablado de ti. Nunca he creído en cuentos, el papel de princesa no me queda bien. Apenas una bruja con su escoba. Bastó un murmullo para anudarte ciego a mi garganta. Ahora todas las cosas del mundo me hablan de ti. La otra noche te soñé, tu aroma era suave y tenías un lunar cerca del cuello. No pude ver tu rostro. Tus brazos me sostenían fuerte, se me llenaban los huesos de espuma. Luego desperté y hacía frío. Mi cuerpo permaneció quieto entre las sábanas. Entonces se me hizo imposible regresar. Como un presentimiento breve, invertiste el sentido de mi vida. Ya no camino como antes, dudo en las esquinas, retrocedo los pasos. A veces también tiemblo. Te pareces a otros que finalmente son distintos. Primero fueron días, después semanas. Podía pasarme horas en un mismo lugar, hasta que caí en la cuenta de que no podía ser cualquiera. Me he quedado quieta sobre este puente del Pier, decidida a quemarte los ojos si apareces. Tarde o temprano pasarás por aquí; se trata de un lugar estratégico. Como un viceversa que no sabe de atajos; ni tú ni yo estaremos libres. Enciendo un cigarrillo y empiezo a observar. La ciudad se ve distinta desde aquí. Las personas pasan rápido y no hablan. Atardece, se encienden las luces de los coches. Hay una mancha sobre el mar, no creo que exista otro igual en el mundo. Cuando aparezcas, me gustaría preguntarte si piensas lo mismo. Algunos turistas toman fotografías, no entiendo lo que dicen. El viento desordena mi pelo, guardo mis manos en los bolsillos. Recito un verso de memoria"... sin embargo te advierto que estamos cosidos a la misma estrella...".De pronto, alguien toca mi espalda, pero yo no me atrevo a mirar.